lunes, 3 de agosto de 2020

UN CUENTO CON GIGANTES

(Para leer solito/a o en familia)
Vamos a leer “Juan y los frijoles mágicos”, es un cuento tradicional inglés.
En esta imagen ves a Juan. ¿Por dónde está trepando?¿Qué mira a lo lejos? Luego de leer el cuento lo sabrás…


Juan y los frijoles mágicos ( NO SE COPIA)
(Adaptación)
Había una vez una mujer viuda que tenía un solo hijo. El niño se llamaba Juan y era muy bueno. Vivían en una humilde casita en el campo y eran tan pobres que tenían como único bien una cabra.
Un día la pobre mujer enfermó y no pudo trabajar la huerta, cuidar su casa, ni alimentar la cabra. Pasaban los días y la comida se iba acabando. Una noche la madre llamó a su hijo y le pidió:
–Juan, ve al mercado a vender la cabra. Si la vendes bien, te darán por ella víveres y semillas para que podamos alimentarnos. A la mañana siguiente, al salir el sol, Juan partió con la cabra rumbo al pueblo. En el camino se encontró con un anciano que le preguntó a dónde se dirigía.
–Voy a vender esta cabra, para que mi madre enferma y yo podamos alimentarnos.
El anciano le propuso: –Te daré a cambio de la cabra estas semillas. No hay mejores en todo el mundo. Siémbralas e inmediatamente crecerá la planta de frijoles más grande que hayas visto. Juan entregó la cabra al viejecito y se llenó los bolsillos con frijoles.
Al regresar a la casa su madre lo recibió sorprendida, pues Juan había partido hacía menos de una hora.
–¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué regresas tan pronto? ¿Y nuestra cabra? –preguntó ansiosamente.
–La he cambiado por estas semillas maravillosas. ¡Son las mejores semillas del mundo entero!
La mujer enfurecida arrojó los frijoles por la ventana y exclamó:
–¡Hay, pobre de mí, qué hijo tan bobo tengo!
Juan, triste y con el estómago apretado por el hambre, se acostó a dormir. Por la mañana el muchachito se asomó a la ventana y quedó boquiabierto. Allí, donde habían caído los frijoles se alzaba una planta grande, robusta, altísima. Tan alta que no llegaba a divisarse dónde acababa.
Casi sin pensar, Juan trepó por la planta. Subía, subía y subía, cada vez más alto, cada vez más lejos de su casa, que ahora se veía como un puntito pequeño sobre la tierra. Cansado se detuvo un instante a tomar aire, y vio que se encontraba en un país muy distinto al suyo.
Vio una viejecita sentada en una piedra, que le dijo:
–Juan, hace tiempo que te espero. ¿No sabes que tu padre era un hombre rico, y que un malvado gigante le robó toda su fortuna?
Sobre esa colina se alza su castillo. Ve y recupera lo que te pertenece.
El muchacho llegó al castillo y llamó a la puerta. Una enorme mujer abrió y le preguntó:
–¿Qué haces aquí? ¿No sabes que este es el castillo de un feroz ogro que come niños?
Mejor que huyas cuanto antes.
Pero Juan, que no quería irse con las manos vacías, le pidió amablemente:
–¿Podría darme algo de comer? Hace días que no pruebo bocado.
La giganta, que era la esposa del ogro, se apiadó del pequeño y lo dejó pasar.
–Te prepararé una rica sopa, pero apura el trago y vete enseguida, antes que regrese mi marido.
Mientras Juan bebía empezaron a oírse unos golpes inquietantes:
¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!
Eran los ruidosos pasos del temible gigante que se oían cada vez más cerca del castillo. La mujer escondió a Juan dentro del tazón de sopa.
El ogro se sentó a la mesa esperando que su esposa le sirviera el almuerzo. Era un hombre enorme, barbudo y con una gran nariz. Con su olfato de gigante empezó a husmear el aire…
Mmmmm. Huelo carne humana… ¿Tienes alguna sorpresa para mí?
–No, mi amor, debe ser el olor que quedó del pequeño que cenaste anoche. Hoy he asado un cordero entero para ti. El gigante comió y bebió con ganas. Y para entretenerse contó las monedas de oro que le había robado al padre de Juan. Como las monedas eran cientos y cientos, se quedó dormido. Roncaba tan pero tan fuerte, que el castillo se estremecía. Entonces Juan salió de su escondite, recogió todas las monedas y corrió, corrió y corrió con todas sus fuerzas hasta llegar al borde de la planta de frijoles.
Al llegar a la mitad de su camino tuvo que agarrarse fuerte, porque la planta empezó a sacudirse. Era el gigante que se había despertado y lo perseguía. Juan se deslizó rápidamente hasta el pie de la planta y puso sus pies en el suelo.
Entonces la viejecita, que veía todo desde arriba, hizo un pase con su varita mágica y la planta desapareció. El malvado gigante quedó en el aire, y sin tener de dónde sujetarse, cayó a la tierra estrepitosamente. Dejó un pozo enorme y profundo, y nunca más volvió a saberse de él.
Juan, feliz con su dinero, regresó cantando y riendo a su casa. Allí lo esperaba su madre muy preocupada.
El muchacho le contó su aventura en el país de los gigantes y le dio la bolsa con la herencia de su padre. A partir de ese momento, nunca más les faltó nada. Y la madre del muchacho, decía a quien quisiera escucharla:
¡Hay, dichosa de mí, que hijo tan listo tengo!

Actividades:
1-Estas oraciones cuentan distintos momentos de la historia de Juan.
Ordénalas escribiendo los números del 1 al 5 junto a cada una.
  o   Juan vuelve a casa de su madre con una bolsa llena de oro.
  o   Un hombre entrega a Juan unos frijoles mágicos a cambio de la cabra.
  o  Juan llega al castillo de un gigante y se lleva su dinero.
    o   El gigante persigue a Juan pero cae y desaparece para siempre.
  o   Juan trepa por la planta gigante hasta un país extraño.

2- Responde
a- ¿Qué palabras del anciano convencieron a Juan de cambiar su cabra
por las semillas?
b- ¿Por qué la madre de Juan piensa que su hijo es “bobo”?
c- ¿Quiénes son los personajes del cuento?
d- ¿Qué hizo y qué dijo la giganta para proteger a Juan?
c- ¿En qué momentos del cuento pensaste que Juan estaba en peligro?
3- Redacta una breve descripción del ogro del cuento, puedes decir
cómo es su cuerpo, su voz, qué le gusta, dónde y con quién vive.

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